En homenaje a Joaquin Lavado Tejón que le hacía preguntas a los déspotas en vez de adularlos

La voz muda.

Mafalda comenzó como una latinoamericanización de Peanuts la gran obra de Schultz que Joaquin Lavado estudió intensamente para una campaña publicitaria. Latinoamericanización no quiere decir imitación, o menos aún re-etiquetado, sino reinvención o como dicen los brasileños devoraçao. La cultura popular latinoamericana desde la colonia  no nace de preservar una identidad o una tradición previa sino en interesarnos por lo que no es nuestro: todo lo que una generación considera totalmente latinoamericano, criollo, autóctono, puro y nuestro no es más que algo que fue devorado, apropiado, robado: español, música barroca, jiu jitsu, esgrima, valses, radionovelas, futbol y beisbol, jazz, Rock y Hip-hop, literatura, cine y tambíen la caricatura y el cómic todo  fue devorado y digerido, latinoamericanizado: “solo me interesa lo que no es mio. Ley del hombre. Ley del antropofago.”

En la digestión de la cultura popular europea y americana , los grandes focos fueron México, Argentina y Cuba. No es casualidad que de los dos primeros salieron las más fuertes tendencias del Rock latinoamericano y que la música cubana, recibida por los puertorriqueños y emigrada a Nueva York, inició el movimiento musical llamado Salsa que cerraría el circuito de la migración volviendo hasta África. Para su propia devoración Quino había estudiado sistemáticamente a Schultz cuando concibió a Mafalda que fue un salto de la publicidad a la tira cómica. Pero él no estaba en EEUU sino en Argentina que no era ningún picnic y que en las décadas siguientes empeoró hasta lo inimaginable. 

La latinización de Peanuts tuvo dos niveles: el más básico es añadir personajes acordes a Argentina y sus “tipos sociales” (la clase media esnobista, el emigrante gallego, la familia de izquierdas) junto a otros como Felipe que jugaban con otras cosas más “universales” como la angustia aunque de una manera enteramente distinta que Linus en Peanuts. Pero además de ser un país de emigrantes como los EEUU Argentina era entonces de los  más avanzados de America Latina: a su manera  los argentinos, especialmente los del país porteño, son cosmopolitas, babélicos,  y sin ese cosmopolitismo la tira  no habría sido lo que fue: he ahí la paradoja: Peanuts es un provincianismo del primer mundo y Mafalda el cosmopolitismo del tercero. Ella vive en un mundo urbano,  básicamente industrial, lleno de concreto, conexiones, burócratas, obreros y funcionarios. Su amor por el televisor, el pajaro loco y los Beatles no puede estar más lejos del folclorismo y la beatería de la izquierda de la época: cuando hace una campaña de “guerrilla” para que el padre compre un televisor Quino  muestra como, en América Latina, la mayoría trabajadora quería acceder a ese “consumo” satanizado por la izquierda, es decir, a la prosperidad. Y en esa prosperidad el televisor es, incluso más que el periódico, la ventana hacia el mundo, lo que lo hace cercano. No hay en Mafalda conciencias alienadas que requieren doctrinas revolucionarias que las despierten: solo niños que precisamente por no tener ideología ven las cosas sin prejuicios, un mundo que esta “out of joint” o como diría Mafalda,   enfermo, paradojicamente enfermo en la medida en que la enfermedad es la norma.

En esta modulación o variación de Peanuts Quino hizo participar a los adultos (en una marcada diferencia con el mundo de Schultz en el cual son solo figuras fuera de foco y voces distorsionadas). El mundo de Schultz aunque no carente de afectos, es, en definitiva, melancólico, solitario y lleno de dolor, lleno de niños inhibidos y niñas castradoras,  Snoopy termina haciendo, hasta cierto punto, una sociedad aparte con Woodstock y los pajaritos perdido en sus juegos y pantomimas. En la medida en que Peanuts se convirtió en una franquicia masiva y el afecto de los niños por snoopy en el producto, Schultz se concentró más en esa sociedad animal y limó algunos de los aspectos más tristes y agresivos de la fase de los 50s en la que Charlie Brown es usualmente maltratado por las niñas y en general rechazado.   Mafalda y sus amigos, por su parte,  viven en un entorno más afectuoso y  armónico, aunque no falto de conflictos que ni son amargos ni dejan de ser cómicos. 

Una simple latinización de los personajes habría hecho de Mafalda una  “franquicia” de Peanuts -como parecía en los primeros años cuando incluso el estilo asemejaba al de Schultz. Pero que Mafalda se convirtiera en un “universal latinoamericano” tiene que ver con su cosmopolitismo: es difícil separar a Charlie Brown e incluso a Calvin de una experiencia norteamericana en regiones idílicas pero aburridas del Medio Oeste donde el mundo es como lo quiere Susanita: algo lejano. Mafalda es el tercermundismo cosmopolita que asociamos con Argentina pero tambien con nuestras enormes ciudades mestizas. De hecho ella está obsesionada con el planeta, con la enfermedad del mundo. Es claramente argentina pero también podría ser un niño cualquiera de cualquier gran ciudad del globo, hay relativamente pocos particularismos argentinos en la tira (los uniformes escolares, algunas expresiones) y uno puede especular que ese mundo urbano, caótico y absurdo de la obra muda, madura, de Quino empezó a nacer en Mafalda.

Todo esto hace de la apropiación de Mafalda por la izquierda tan enigmática. Mafalda no es pequeñoburguesa (como si lo es manolito o Susanita) es de clase media pero una en que el padre es un asalariado que tiene que ganarse una vida mucho mejor que la del obrero en la fábrica pero igual una vida asalariada ganada en largas jornadas trabajando para otros, en la  que los ruiditos del motor del carro son una preocupación mayor.  Así, Mafalda no es revolucionaria ni de izquierda, pero ante todo no es militante: ve el mundo a la vez con ingenuidad e incluso con moralismo pero también con una inocencia y una libertad que son incompatibles con la militancia que siempre nos exige justificar algo, que confina en un compromiso: para ella no hay estrategia revolucionaria ni seguridad nacional que justifique la guerra, perspectiva moralista y naive pero que tambíen es la  de los que tienen que padecer las cruzadas que vienen a liberar al mundo del capitalismo, el comunismo, el islam o el ateismo.

En la hermosa Persépolis Marjane Satrapi, se presenta un poco como una Mafalda Persa y  pequeñoburguesa, ya entrando en la adolescencia y con ideas un poco más concretas y realistas con el mundo: su primer amor es, finalmente, su tío que personifica una melancolía revolucionaria sin esperanza traicionada por la realpolitik. Una Mafalda en los 70´s, una suerte de Satrapi Argentina, habría sido punketa, rockera, militante, activista de derechos humanos, artista? ¿La habrían desaparecido o se habría exiliado: sería la abuela de niños gringos españoles o italianos? recordaría con Susana el pasado en un Café de Buenos Aires o Milán o , simplemente, habría dejado atrás todas las cosas infantiles y  se habría volcado sobre la simple vida familiar y laboral sobreviviendo, como la resiliente mayoría,  a los desastres periódicos de la historia Argentina?? Cada quien puede especular como quiera pero lo cierto es que la Mafalda que es el “devenir niña” de Quino expresa tanto la honestidad como cierta ingenuidad política (que es quizá la condición de las personas no politizadas) no puede ser más distinta de los militantes que la reclaman como suya y se preocupan más por La Causa que por el mundo incluso si La Causa enferma todavía más al mundo.

El “malentendido” de la izquierdización de Mafalda es todavía más profundo porque, siguiendo el testimonio del mismo Quino Fidel Castro le maltrató solo por preguntarle porque no había caricaturas suyas en la prensa: “Y pegándome con el dedo en el pecho, me aclaró: ‘Siempre que no me hagas contrarrevolución porque si no te tengo que poner preso’. Claro, nunca entendí qué es hacer contrarrevolución“. Una especie de socialista democrático Quino siguió defendiendolo como una experiencia inconclusa negándose a la explotación publicitaria del personaje pero sin expresar nunca ninguna simpatía por los militantes que la hicieron parte de su cultura a pesar de que los valores de Mafalda para bien y para mal contradecían,  frecuentemente  los de la izquierda de los sesentas y setentas y Fidel Castro es solo un señor que deberia decir que la sopa es buena para que todos digan que es mala (aunque la apropiación más deshonesta de Mafalda la haría la derecha al colocar un pañuelo azul en mafalda indignando al usualmente circunspecto Quino)

Quino, sabiamente, cerró el ciclo de Mafalda en el 73 y se exilió en el 76. La producción de tiras cómicas es un oficio extenuante e inevitablemente los personajes y su mundo se agotan y se vuelven repetitivos como con Peanuts que había dicho todo lo que tenía que decir para los sesentas y siguió saliendo solo para mantener el negocio y el vínculo afectivo con los fans. Dentro de la tira cómica he comparado a Mafalda no solo con Peanuts sino con Calvin y Hobbes, parte de un género, donde la niñez es a la vez representada y falseada. La principal diferencia de Quino con Waterson y Schultz, me parece, es que Quino era, esencialmente, un caricaturista  que por varios años se dedicó a las tiras cómicas a diferencia de los otros dos que eran, hasta el corazón, autores de tiras cómicas.

Excepto por el breve y frustrado entre Felipe y Susanita no hay romance infantil en Mafalda como el que hay entre Calvin y Susie (aunque solo a través de Hobbes, su doble, puede Calvin expresar su atracción por ella ) ni las mal sucedidas entre Charlie con la Pelirroja o Lucy con Schroeder. Más importante aún la falta de mascotas y animales en Mafalda es indicativa de que no casi hay nada de lo que los gringos llaman fancy o whimsical en ella aunque esté llena de humor y disparates. Para sustraerse de la monotonía de la tira cómica Waterson varió su estilo e historias con la “realidad aumentada” de los juegos y fantasías de Calvin que ya son una amplificación de las aventuras imaginarias de Snoopy o sus peripecias con la sociedad de los pajaritos. Nada de eso hay en Mafalda en la que Quino adquirió su estilo, sobrio pero rico en detalles, y sobre todo una elocuencia expresada en la “voz muda” de los diálogos escritos de los personajes de cómics y tiras cómicas que solo escuchamos en nuestra cabeza aunque, curiosamente, las descargas clasistas de Susanita el radicalismo pro-business de Manolito y el izquierdismo de Libertad sean más ingeniosos que los diálogos de Mafalda frecuentemente reducida a frases cliché como aquella de bajarse del mundo . Luego Mafalda y sus amigos adquirirán una voz en las animaciones de los 80s más para entonces ya era ella un icono y Quino había dado el salto definitivo a la caricatura dejando atrás la tira cómica.

La mudez elocuente.

 En los cómics se hacen historias gráficas serializadas que tienen algunos puntos en común con la novela, esa es una actividad distinta de la tira cómica que consiste en sacar una risa o una sonrisa con un gag un chiste rápido, resuelto en tres o cuatro viñetas o una fracción pequeña de una historia: las reglas del arte son entonces, distintas de las del cómic como de la caricatura que tiene que resolverse, usualmente, en una sola imagen.

Primero nació la caricatura como dibujo satírico, desfigurado, esquemático que precisamente por eso muestra la “esencia” de una persona o de una situación, usando frecuentemente alegorías. Eso es el cartoon como una tendencia del arte popular a la abstracción sin renunciar a las figuras: más que como el pintor abstracto el caricaturista es como el pintor chino que trata de expresar un ser en unos pocos trazos. Pero como con la acuarela china pronto la caricatura empezó a combinar las palabras con los dibujos. En sí la caricatura como la entendemos desde hace dos siglos es un meme hecho por un dibujante: hay un dibujo que muestra y un texto que dice y un juego de lo explicado con lo implicado. 

En teoría una caricatura se reduce a una sola viñeta con sus textos y sus dibujos y el arte del caricaturista consiste no solo en hacer el gag, el chiste, de un solo golpe, con una sola viñeta sino en decir algo sobre el presente con ese meme dibujado. En realidad no hay obligación alguna de introducir textos o de hacer la caricatura en una sola viñeta pero el hecho es que el espacio que se le daba al caricaturista era tan definido como el que se le daba al dibujante de tiras cómicas: usualmente un cuadrado más que un rectángulo. En la tira cómica un número limitado de personajes y situaciones tienen que combinarse en un patrón variable, reconocible por el público, pero no monótono: es un trabajo casi imposible que pocos artistas logran y que, en la práctica, no puede mantenerse más que por unos pocos años excepto si el dibujante hereda la tira a un sucesor. Mafalda ya tenía tiras que son tanto caricaturas como gags y que prefiguran el trabajo futuro de Quino:

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Luego de terminar con la serie y exiliado, Quino se transformaría plenamente en caricaturista oscilación normal entre los dibujantes argentinos de su generación. No en uno político como Zapata de Venezuela u Osuna de Colombia, bien inmersos en el dia a dia de la política y capaces de resumir la situación del pais en una sola viñeta, o hasta en un trazo o una frase,  pero si  uno que llevaba el curso del presente, que lo circundaba. En Mafalda su elocuencia demoledora estaba afectada por las  frases cliché impuestas a la protagonista (reducida a moralizar muchas veces) pero como caricaturista permaneció ingenuo y honesto, demostrando  una inteligencia gráfica, expresiva, que hace de su trabajo posterior a Mafalda superior tanto en términos del estilo (del virtuosismo y la originalidad del trazo que sale del brazo del dibujante) como de los recursos expresivos.

Como un cineasta que renunciara al cine sonoro para volver al mudo creó un mundo sin protagonistas o personajes repetidos (aunque con tipos fáciles de reconocer) insertando la secuencia en la caricatura: nunca fue mejor dibujante con trazos a la vez concisos y sobrios pero detallados, intrincada sin ser barroca con la elegancia de un circuito y un detalle que recuerda al de Moebius.

Seguirán habiendo frases demoledoras e esas caricaturas -holgadas, con el suficiente espacio para ocupar una página completa de un libro- con juegos de palabras que  tienen sin embargo capas y efectos de humor totalmente literal, sin ironias, simplemente cambiando  connotaciones y  contextos: el político que sin mentir engaño solo por no explicar lo que siempre estuvo implícito:

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El poeta burocratizado que desnuda al gobierno solo por dar explicaciones donde no hacen falta y  son ridículas:

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Pero será con otro humor basado en lo que se muestra y no en lo que se dice, humor de Pantomima, es decir, de imágenes -gráfico- con el que Quino se distinguirá. A veces es son como escenas de cartoon que podrían estar en un episodio del correcaminos:

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Es la pantomima (farsa total o imagen total podria traducirse) que practican tanto los mimos, payasos y acróbatas como los caricaturistas. Pero incluso grandes atletas como Keaton, Chaplin y Jackie Chan encuentran límites en lo que su cuerpo puede hacer, en la pantomima gráfica es el mundo entero el que cae, se tambalea, se deforma y se vuelve un chiste como en el universo delirante del cartoon. Pero en el caso de Quino con frecuencia  son chistes mudos en que la risa no nace de lo que de golpe se ha hecho explícito sino, al contrario,  de las connotaciones:

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Pero de estas pantomimas la más notable es cuando la imagen desplaza a las palabras o las palabras se vuelven imagen y las personas se comunican como si fueran aparatos electrónicos: con señales e imágenes y no con palabras: el ayudante del pintor le describe un paisaje que el viejo artista reproduce exactamente como si en vez de decir palabras dijera píxeles y entre los dos hicieran una impresora humana.

La mujer celosa que con solo un arco de violín reconstruye una escena con precisión que más que describir le muestra al marido haciendo del globo de diálogo una pantalla:

Y tal vez la más hermosa de las “transducciones” de Quino en que el paisaje se vuelve música y la música se vuelve técnica y el globo es la pantalla que muestra la imagen clara de lo que el ingeniero conmovido añadirá en el mundo en una cadena en que el paisaje y el circuito son los extremos.

Podría llenar páginas y artículos con ejemplos de pequeñas maravillas de Quino o de esa raza particular que son los caricaturistas argentinos y que merece tanto reconocimiento como sus roqueros. En las artes populares, que continúan en la reproducción, la música y el dibujo destacan porque van más allá del lenguaje -o lo expresan sin palabras. Si en la primera parte de su obra Quino latinoamericanizó el cómic tanto como Breccia o Fontanarrosa con un cosmopolitismo del sur, tercermundista, en la segunda contribuyo a un arte de cualquiera, del común, que ni siquiera requiere compartir el mismo idioma. Caricaturista hasta el final tomó partido siempre sin hacerse partidario o militante: se burló de los golpes y el militarismo y le preguntó a Castro en su cara porque estaba más allá de la caricatura. He ahí una inocencia o un coraje que merecen tanto reconocimiento como su virtuosismo.

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